Los vestidos están sucios,
los colores se destiñen lentamente en sus ojos.
Juguetes se agrandan y achican
saltan entre sus mareos interminables.
Luces corren de un lugar a otro
escondiéndose de su mirada.
El frenesí del movimiento y el sonido
no la dejan en paz.
Las muñecas desarman sus sonrisas,
los osos pixelan la habitación.
Esos son los resultados
de la hora del té,
acompañada de azúcar flor
y estampillitas de colores.