"La silla que nadie ocupa" de Mario Romero
La silla ha vuelto a ser una estructura vacía,
una forma en busca de su equilibrio,
como los cuadros que sobrevivieron a Mondrian
(viejecito extranjero en Nueva York).
El que se sentaba en ella
no va a volver
y la ha dejado aquí,
en medio del drama.
No es consolador pensar
que otros hombres la ocuparán,
aunque, efectivamente, otros se sentarán en ella.
Así es, Carriego. La gente
desaparece.
Y las sillas resisten como pueden.