Pomposas zumbaban alrededor,
hasta que agarré el mata-moscas y las aplasté cinco por cinco.
Anticuadas masqué toda la vida
hasta que aburrida las pegué en la mesa.
Olvidadas ellas se mantienen secas.
Coloquiales colecciono en un álbum
junto a las fotos de mi abuela muerta y ex novio flojo.
Simples dejo volar en la palomera llena de alpiste mental,
mientras se pisan y ponen huevos que como de vez en cuando.
Plagiadas escondo debajo del colchón,
y a falta de pan, mira que son buenas.
Cada tercer domingo de cada mes las dejó sueltas en la calle
para que se mezclen o escapen,
y así crear frases nuevas,
seguir en limosna de letras.