jueves, 27 de febrero de 2014

Alguien dentro de mí por mí pregunta

Llevo una lista de pendientes en la bolsa del chaleco
y unas cuantas monedas adquiridas en la madrugada con artes de los hombres.
Me muevo como sabio apaciguado que aprendió con los años
a vestir su corbata y trazar memorandos.
Sé al fin vivir mi mundo, mi recorrido diario
mi destino de cada hora, mi trago de cada día.

Habito un edificio tenaz, me muevo entre paredes utilizando el tacto
avanzo por musgosos pasillos donde viven seres de cal, personas de salitre
y cumplo con mi parte sin parar un momento, sin esconder el rostro.
Pero bajo mi piel, un puñado de hormigas excava sus cavernas
y un entumecimiento me apacienta.

En el espejo miro a mi propia figura alzar los brazos, balancear
la cabeza, elevar una pierna, inclinarse.
Oigo girar el mundo. Adivino
a distancia sus naves portentosas, sus habitantes rotos.
Observo la maraña, la multitud de gestos, que envuelve y arrebata
este río silencioso que corre entre la carne.

Otras veces padezco la locura del viento.
Me sorprendo
soplando sobre letras apenas comprensibles
o cayendo al abismo de los signos, tras de bardas oscuras
de casas olvidadas. Me sorprendo
trayendo no sé de qué distancia algunos nombres
las figuras de seres ya perdidos, yelmos y escudos viejos, trastos desgastados
armas de caballeros cuyos restos reposan en los campos de la guerra.

Y alguien dentro de mí, habitante del humus, me pregunta
por alguien que ya no sigue aquí, bajo las ramas
del durazno sembrado por la noche.

Alguien que ya no está me está mirando
con ojos apagados por el humo
desde una hoguera fragmentada.

Tampoco encuentro aquel baúl en donde duerme la pequeña Emilia,
desde que aquel avión estalló en pleno vuelo.
ni rayo
o levadura que pueda esclarecer dónde quedó mi tío
con su cáncer mordiéndole el esófago.

Yo, en tanto, considero que en esta bolsa del chaleco
hay una lista de pendientes. No son nombres terribles
sino de cosas simples, unidas por un hilo, que deben ser cumplidas.
Es un puño de letras que me dicen

hacia donde la noche, esta infinita noche
ha de llevarme a cuestas
con su siguiente paso.


Jorge Souza Jauffred