viernes, 16 de julio de 2010

Doña Cecilia

Le dí mi vida con sangre y dolor. exhalé mis sueños en su oído mientras dormía. Sudé día y noche para que él pudiera ser mejor. Dejé que construyera su vida en los restos de la mía. Sin embargo un día acepté la realidad de golpe, unos tacones blancos caminando seguros derrumbaron todos los castillos en el aire. Luego te eché, lloré, maldije al mundo y seguí llorando mientras rezaba por tí
por mí
por tí.
No volviste a mirarme al otro día, a la otra semana, al otro mes. El bar se volvió mi casa. Todo se sucedió tan rápido. Cuatro disparos me despertaron, tres noches no dormí, dos vidas se perdieron, una vela quemó mi orgullo.